EL ESCARMIENTO (2012)


Comencé a escribir esta novela, crónica, artefacto narrativo, libro híbrido, lo que gusten, me es igual, hace siete años, a comienzos de 2005. Luego, a finales de ese mismo año, me vi obligado a abandonar el proyecto porque quien iba a editar el libro, Espasa-Calpe, mi editor de entonces, editó otro sobre el mismo tema. 
Pilar Cortés García-Moreno  contrató ese otro libro sabiendo que yo estaba escribiendo sobre el mismo  tema. Le pudo la aventura, la tentación de pegar un "pelotazo", más que el apoyo al "autor de la casa", que así fue mi entrada en Espasa Calpe. Y así le salió y así nos salió a todos. Quiero pensar que estuvo mal acosenjada, pero no fue esa la única charrada que me hicieron en esa editorial.

Al principio trabajé sobre el supuesto del hallazgo de los darios robados del general Mola, los diarios que fueron sustraídos de su mesa de despacho, después de que violentaran la cerradura, el mismo día de su muerte. Se acusa de ese acto poco noble al coronel Solchaga, un tipo violento y oscuro que mientras Mola vivió, lo hizo a su sombra.  
El general dejó a su espalda documentación sobre cómo organizó aquella carnicería, desde Pamplona: está el archivo de Maíz, su secretario, custodiado en el Archivo Real y General de Navarra, de acceso restringido, y hubo otros que fueron destruidos: el de Garcilaso, las memorias de José María Iribarren...
Con el tiempo me fueron interesando otros asuntos, para terminar, después de una visita que hice al fuerte de San Cristóbal, en agosto de 2011 y en compañía de algunas víctimas de la guerra, por centrarme tanto en lo que Mola llamó un Escarmiento, como en la forma en que hemos ido viviendo aquella historia quienes hemos nacido y vivido en Pamplona, epicentro de la rebelión militar de julio de 1936.

Si la guerra fuese pasado no suscitaría las cuitas y enconos que suscita hoy día, ni se tomaría partido, como se toma, a favor de la memoria histórica de los vencidos, de los vencedores (la de toda la vida hacha culto y clero), en contra de una o de otra, con indiferencia y desprecio, un violento no querer saber nada, que también es una forma de adscribirse a un bando y de que se renueve a diario la sensanción, algo más que una sensación, de que queda algo pendiente. ¿Por qué? ¿Por qué ese encono con el "remover" y ese querer obligar a pasar página al precio que sea?  ¿Por qué esas negativas a que sepa la verdad de lo sucedido? ¿Por qué la memoria nos divide tanto como nos está dividiendo el presente?


Lo que a origen iba a ser una crónica novelada de época que terminase con la muerte del general Mola, se ha alargado de forma que a la primera parte de El Escarmiento, le sigue El botín. 
Las cubiertas de los libros las ha hecho un ilustrador que me gusta mucho Casajordi (Georges Bousquet), a quien tengo que reconocer el esfuerzo de acercarse con éxito a un asunto que le es bastante ajeno.